sábado, 27 de agosto de 2016

El Misterio de la Sábana Santa por Sam Christer

Escrita por Sam Christer, pseudónimo del periodista inglés Michael Morley, El Misterio de la Sábana Santa es una novela perteneciente al género policíaco e histórico. Publicada en 2012 y con unas 460 páginas, habla sobre la historia que hay detrás del sudario de Jesucristo y la confesión de un descubrimiento científico enterrado en el corazón de la Iglesia, cuyos miembros trataran a toda costa que no sea desvelado a la humanidad. 


Apunto de acabar una de las películas de mayor impacto mundial, el cuerpo de la famosa guionista de cine, Tamara Jacobs, aparece en una de las playas de Manhattan, Los Ángeles. A raíz de este suceso, Nic Karakandez, detective de homicidios y su jefa, Mitzi, se verán envueltos en una serie de extraños asesinatos, todos con un mismo patrón: una víctima envuelta en una sábana ¿Qué relación tendrán las muertes con el asesinato de la guionista de cine? Y lo más desconcertante ¿Por qué se molestaría el asesino en borrar los archivos de la escena del crimen? Los protagonistas deberán seguir la pista de uno de los objetos sagrados más conocidos de la historia, mientras se enfrentan a los demonios de su propia realidad.

La característica que más me llamó la atención mientras leía esta obra fue la extensión de los capítulos, que apenas abarcan un par de hojas cada uno, lo que aporta mucha más flexibilidad a la hora de seguir la trama. Además, otro punto a destacar es el estilo que utiliza el autor en el momento de introducir a los personajes, empleando un tono coloquial e informal, que nos acerca mucho más a los protagonistas, permitiéndonos así comprender la personalidad y los motivos que les llevan a cometer tales acciones, en especial las del asesino.

Una obra llena de intriga, complots religiosos y asesinatos macabros que saciara la sed de cualquier amante del crimen.

Aquí os dejo los link para que podáis adquirir el libro:
Versión en Inglés:
http://www.bookdepository.com/book/9780751547146/NovelaElemental
¡Disfrutad de la lectura!

La Historiadora de Elizabeth Kostova

Tras diez años de investigación, La Historiadora se convirtió en la primera novela de Elizabeth Kostova, que la llevó a convertirse en autora de renombre y ganadora de premios como el Quill Award y el Book Sense. Publicada en 2005 y con una extensión de 698 páginas, esta obra mezcla géneros como el histórico, fantástico y detectivesco, introduciendo al lector en los tenebrosos orígenes de El Empalador, Vlad III, o más bien conocido como el conde Drácula. Es una novela que te llevará a países donde la cultura y la tradición se convertirán en algo más que leyendas.


Un libro aparece misteriosamente en el escritorio del estudiante de historia Paul, con una sola imagen grabada en su interior, la xilografía del símbolo de la Orden del Dragón. Ésta primera pista lo embarcará en un viaje al centro de los Balcanes, para revelar los misterios que rodean al libro y que lo conectan con la desaparición del profesor Rossi. En este thriller histórico que se remonta a la época de Vlad Tepes, Paul y su hija tratarán de descubrir el paradero de la tumba de Drácula y con ello, desvelar algunos de los más oscuros secretos sobre su familia, ocultos durante años.

Esta es una novela que no está escrita desde el punto de vista estrictamente histórico, sino que abarca una gran variedad de géneros los cuales, algunos ya mencionados, la convierten en una narrativa diferente y llamativa para el lector, sin dejar espacio a las típicas e interminables descripciones, características de la novela histórica, que a veces puedan resultar un tanto pesadas.

Es una obra de fácil lectura, en la que se aprecian los años de trabajo de la escritora, pues no hay una sola página que no merezca la pena, y por ello, os recomiendo darle una oportunidad a esta historia tan singular y seductora donde los personajes te harán sentir ganas de viajar.

Aquí os dejo los link para que podáis adquirir el libro:
Versión en Inglés:
http://www.bookdepository.com/book/9780751537284/NovelaElemental
¡Disfrutad de la lectura!

domingo, 14 de agosto de 2016

Capítulo 2

Cuando llegó, la casa estaba completamente sola. Llamó a la puerta varias veces, pero no hubo respuesta. Para su fastidio, recordó que había olvidado recoger sus cosas, incluida la chaqueta, en cuyos bolsillos guardaba las llaves. Durante la huida apenas había tenido tiempo para reaccionar, y lo último que se le ocurrió era preocuparse por su ropa. Le resultó extraño que la abuela no se encontrara en casa y aunque no era la hora de cenar, no se imaginaba dónde podía haber ido, y menos con el aguacero que estaba cayendo. Corrió al jardín trasero y desde allí, accedió a la cocina por una ventana entreabierta. Cerró la ventana con fuerza antes de que entrara más agua. El suelo quedó perdido de barro y a punto estuvo de resbalar en varias ocasiones, antes de llegar a su habitación y cambiarse de ropa.

No podía dejar de darle vueltas a la cabeza. Se sentó al borde de su cama, algo mareada por el esfuerzo de la carrera. Tan solo pasaron unos minutos, cuando como por un resorte, una idea le cruzó la mente, bajó las escaleras hasta el sótano, y se puso a rebuscar entre unos documentos que leyó hacía un par de semanas. Sus estudios no eran los convencionales que se impartían en la escuela, y la abuela se había interesado en que estudiara algo de anatomía y medicina legal. En uno de sus libros recordó haber leído algo acerca del rígor mortis. No le faltaban razones para saber que aquel cadáver llevaba muerto bastantes horas. Ante aquel pensamiento, su estómago se revolvió con una arcada. Trató de recomponerse y analizar la situación. Tal vez fuese su imaginación y en realidad el cadáver no le había devuelto la mirada, sino que podría ser algún efecto post mortem que le jugara una mala pasada a su subconsciente. Pero aquello no tenía sentido. A su entender, el rígor mortis comenzaba al cabo de unas tres horas de producirse la muerte, y el olor que desprendía le había dejado bastante claro que había pasado mucho más tiempo, incluso días. Además, el cuerpo debería haber permanecido inmóvil. Aunque hubieran pasado los efectos de la rigidez y el cadáver hiciera atisbo de algún movimiento, provocado por los miles de organismos que devoraban lo que quedaba de piel, glándulas y órganos, no habría sido tiempo suficiente como para que la descomposición estuviera tan avanzada. Sintió otra arcada. No podía entender lo que acababa de ver.

Siguió investigando los documentos, pero no encontró nada que le fuera de utilidad. Finalmente, llegó a la conclusión de que debía comentarlo con alguien. La abuela tal vez podría darle alguna explicación coherente de lo ocurrido. Tras unos momentos de cavilaciones, se llevó las manos a la cabeza: Pero ¡¿en qué estaba pensando?! Acababa de presenciar la escena de un crimen, y lo había visto todo. Probablemente, el culpable estaría buscándola en aquellos momentos. Recordó sus palabras, y no le cupo la menor duda ¿Debería ir a la policía? Tampoco es que hubiera visto la cara del asesino, por lo que no sería de gran ayuda, sin olvidarse de las creencias, mal fundadas, sobre sus habilidades como bruja. La tomarían por loca, en el mejor de los casos. Menos aún podía decírselo a la abuela. Le daría un infarto si descubriera que alguien iba detrás de ella con las intenciones de…

Un golpe la apartó de sus pensamientos. Se le aceleró el pulso. Alguien había abierto la puerta de la casa. Inmediatamente, ésta se cerró. Pudo sentir el temblor de pasos en el techo. Recorrieron todo el salón y se detuvieron en la cocina. Tenía el corazón en un puño. ¿La habría seguido hasta allí? ¿Estaría esperando el mejor momento para acabar con ella, la única testigo del crimen? Silencio. Los pasos se oyeron de nuevo. Parecía que buscase algo, o alguien. Esta vez se dirigieron al sótano. Tenía las manos sudorosas. No tenía nada que pudiera usar como arma. Estaba sola, asustada, y aunque gritase, nadie la escucharía desde aquella distancia. Cada vez estaba más cerca. Más pasos. Ahora podía ver su sombra debajo de la puerta. Tenía el corazón desbocado. Se preparó para lo peor. La puerta se abrió, emitiendo un crujido espantoso, y una silueta familiar apareció justo detrás.

– Querida no te esperaba tan temprano – Mary dejó escapar un suspiro de alivio – ¿Te encuentras bien hija mía? Estás pálida como si acabaras de ver un fantasma – No pasa nada abuela. Era solo que… no me encontraba muy bien. Creo que… tengo un poco de fiebre – Dijo lo primero que se le vino a la cabeza. La abuela se acercó a ella y le tocó la frente. Estaba tibia, pero eso le bastó – Pero ¿¡Cómo que no pasa nada?! ¡Me dices que tienes fiebre pero tú dices que no pasa nada! Ahora mismo vas directa a la cama, y de ahí no te moverás en un par de días – La llevó a su habitación, pasando primero por la cocina y sin decir nada clavo sus ojos, primero en el estropicio que el barro había formado y después en Mary, que culpable, desvió la mirada hacia otro lado. Sabía que estaba molesta, pero en cuanto la ayudó a meterse en la cama y la arropó entre las sábanas, supo que su preocupación por ella era mayor.

Sintió un pellizco de remordimiento. Se sentía mal engañándola, pero el miedo a lo que pudiera pensar si le decía lo que realmente había ocurrido la superaba. No quería que se preocupara más de lo debido. El tiempo que pasó con la abuela Lucy tras su adopción había mermado su habitual vitalidad, y por nada del mundo quería que se repitiera aquella situación. Las aberraciones que Mary había sufrido durante su estancia en el orfanato habían debilitado su salud considerablemente, e hicieron falta muchos meses de atenciones por parte de la abuela para recuperar su estabilidad.

Los orfanatos no tenían fama de ser hospitalarios, pero aquel en el que Mary pasó su infancia era especialmente macabro. La directora tenía una forma muy particular de financiar aquel lugar y conseguir beneficios de ello. Las palizas a los niños desobedientes eran brutales y los trabajos que les obligaban a realizar extenuantes. No había ningún provecho inmediato en hacer trabajar a los niños de sol a sol, tan solo el objetivo de llevar el cansancio y la fatiga hasta sus límites, los cuales frecuentemente terminaban con la vida de aquellos infelices. Muchos morían antes de poder ser adoptados, pero misteriosamente, nunca se encontraban sus cuerpos. En esas ocasiones, la directora mostraba un ánimo más apaciguado y benevolente, y tanto en la comida como en la cena, todos los niños disfrutaban de una deliciosa y sabrosa carne adobada, que éstos, acostumbrados a las rancias comidas que en raras ocasiones se les permitía probar, les parecía un manjar. Excepto Mary, todos masticaban y engullían, dejando huesos y platos relucientes. Los pocos que tenían suerte y eran adoptados no duraban mucho, pues para cuando se les diagnosticaba alguna enfermedad, de las muchas que pululaban por el orfanato, ésta ya los había consumido por completo. Por supuesto, la directora no desaprovechaba una sola oportunidad de inculpar a los respectivos padres de negligencia y desatención, los cuales no tardaban en abonar el correspondiente soborno, para evitar mayores cargos. Muchos padres se daban cuenta de la artimaña y tras comprobar el pésimo estado del niño, lo devolvían inmediatamente al orfanato, lo cual solo conseguía agravar los castigos, los cuales eran especialmente crueles con Mary.

La abuela Lucy, tras escuchar de labios de Mary los horrores por los que pasaban los niños, no dudó en poner fin a todo aquello, lo que le acarreó más de un problema. Ya había causado suficientes alborotos como para añadir uno más a la lista. Esta vez tendría que solucionarlo todo ella misma. Sin ayuda.

Tras tomarse la cena, que consistía en un plato de sopa y un poco de pan acompañado con queso, esperó a que la abuela se quedase dormida.

La abuela Lucy roncaba profundamente, por lo que era fácil adivinar cuándo estaba completamente dormida. Se escabulló a través de la ventana de su habitación y con movimientos sigilosos, puso rumbo donde toda aquella macabra historia había tenido origen. Nunca había salido tan tarde de casa, y el frío la pilló desprevenida, entumeciéndole todas las extremidades. Aceleró el paso y en menos de diez minutos se encontró ante la gran estructura de piedra del faro, que en un tiempo lejano, habría ayudado a guiar a los barcos en sus travesías nocturnas. Tragó saliva y se introdujo a través de las sombras, hacía lo que tan solo medio día atrás, se había convertido en un lugar de descanso. No sabía lo que podía encontrarse, de modo que tomó ciertas precauciones. Encendió una linterna de bolsillo, que iluminó toda la habitación, primero suavemente y después con una luz intensa, permitiéndole ver en la insondable penumbra. Todo parecía estar en su sitio como cuando se había marchado. Aunque no le pasó por alto que alguien, se había tomado la molestia de apagar la lámpara de aceite, lo que le provocó un escalofrío. Nerviosa, rebuscó entre los bolsillos de su chaqueta y sacó una pequeña navaja de cocina. Echó un último vistazo al lugar, y entonces, se decidió a llevar a cabo la tarea más difícil del plan. Esta vez sabía perfectamente lo que iba a encontrar, aunque no le hizo sentir más segura. Subió las escaleras sin pensar, ahora bastante mejor iluminadas, por lo que no tuvo ningún percance. Cuando llegó a la escena del crimen, como había decidido llamarla, se encontró que la habitación estaba a oscuras. Guardó la navaja, y con la mano libre buscó el interruptor de la luz por las paredes, sin atreverse a posar la vista donde se suponía que estaría el fiambre. Finalmente dio con él, a tan solo unos pasos de donde se encontraba. La bombilla parpadeó un par de veces hasta que se encendió con una luz tenue. Para su sorpresa, no había rastro del cadáver, a excepción de una pila de polvo y cenizas que cubrían todo el suelo. Ya no olía a descomposición y el aire se respiraba limpio, como si hubieran ventilado la habitación. Sin embargo, no había ventanas y la única puerta que existía era por la que había entrado. Tampoco había signos de que se hubiera calcinado nada en aquel lugar. ¿Cómo habría llegado allí aquel polvo negruzco y cómo se habría deshecho de los despojos y el olor fétido? Caminó alrededor de las cenizas, cuando percibió un trémulo destello. Dudó un instante, hasta que por fin, decidió acercarse. Se agachó ante la luz titilante y apartó de una sacudida la ceniza que la rodeaba provocando una polvareda a su alrededor. Estuvo largo rato tosiendo y los ojos le escocieron hasta llorar. Tras rehacerse y frotarse profusamente la cara, dejándola tiznada y con aspecto cadavérico, descubrió lo que había provocado aquella luz. Se trataba de un reloj de arena de unas pocas pulgadas. Emitía una luz parpadeante, casi hipnótica. Limpió la superficie de cristal con la manga del jersey hasta poder ver su interior. Era un sencillo reloj de arena, sin más adornos que un lazo de cuero a modo de colgante. Al tacto, descubrió un ligero relieve en la base de madera que protegía el cristal. Para poder estudiarlo mejor, le dio la vuelta, y fue entonces cuando comenzó la cuenta atrás.

Una luz cegadora proveniente del reloj la envolvió con una sacudida. Su cuerpo se estremeció y con un chasquido, el tiempo se paró. El viento, las olas chocando contra las rocas, el crujir de la madera antigua. Todos los sonidos desaparecieron. Una grieta apareció ante sus ojos, resquebrajando el tiempo y el espacio, y succionando todo a su alrededor. Sintió como si su cuerpo se despedazara en millones de pedazos, mientras caía al oscuro interior del abismo. Tuvo nauseas, la cabeza le daba vueltas y justo antes de que todo se volviera negro y frío, una voz profunda y lejana susurró a través del tiempo: Que comience el juego.

sábado, 13 de agosto de 2016

Cleo Coyle's Coffeehouse Mysteries

Las historias de asesinatos se nos han presentado en numerosas formas y estilos, y Cleo Coyle, pseudónimo de la autora Alice Alfonsi, junto con la colaboración de Marc Cesarini, han sabido hacer una de las combinaciones más asombrosas e insólitas en el género del crimen.

Ambos son autores de una saga de libros conocida como Coffeehouse Mystery, en los que el crimen y el café se dan la mano. Clare Cosi, la protagonista de esta historia, se verá envuelta en una serie de crímenes que tendrán lugar en la histórica cafetería del Village Blend, donde se dedica a preparar los mejores cafés de toda Nueva York. A la vez que atiende a sus clientes, Clare, con la ayuda del detective Quinn, deberá buscar pistas que la lleven directa al asesino, lo que pondrá su vida en peligro en más de una ocasión. 


Con una extensión de aproximadamente 280 páginas, cada libro es un caso por resolver, que irá acompañado de diversas recetas de postres y cafés, las cuales estarán incluidas al final del mismo, con especificaciones acerca de su elaboración. Actualmente, la saga cuenta con quince libros, escritos exclusivamente en inglés. Siendo una lectora bilingüe, he de admitir que no es una de las obras más asequibles de leer, en especial para aquellos que no posean un elevado conocimiento del idioma. El lenguaje utilizado es bastante técnico, pues no solo se conforma con la preparación, sino también con el método y los instrumentos que se emplean en la preparación de un buen café, lo que puede resultar más difícil de comprender que el propio seguimiento del caso policial. No obstante, es una obra a la que merece la pena darle una oportunidad por la maestría con la que está escrita y la forma en la que la búsqueda de pistas se enlaza a la perfección, con la preparación de un buen Café Espresso o un Black Russian


Es una lectura que os recomiendo encarecidamente, pues es una forma novedosa de estudiar un crimen, no solo a través de huellas y el uso de luminol, sino también con el estudio de los posos y los granos de café.

Porque para estos asesinos, la venganza es un plato que se sirve frío y con una buena taza de café.

Aquí os dejo los link para que podáis adquirir el libro:
Versión en Inglés (en éste caso no hay versión en español):
http://www.bookdepository.com/book/9780425192139/NovelaElemental

¡Disfrutad de la lectura!

El Castillo Ambulante de Diana Wynne Jones

Del Studio Ghibli y con Hayao Miyazaki como director de la película, todos conocemos El Castillo Ambulante, lanzada en Japón en el 2004. No obstante, no todos saben acerca de la obra en la que está basada. Diana Wynne Jones es la autora de la trilogía del mismo título, también conocido como Howl’s Moving Castle, publicada por primera vez en 1986 y con una extensión de 212 páginas.
En un reino donde el rey disputa una guerra con los mejores magos del país como sus aliados, Sophie Hatter sufrirá en su propio cuerpo los efectos de la magia, y tendrá que hacer frente a una maldición con la ayuda del famoso mago Howl. Aunque las relaciones entre ambos no siempre serán amistosas, tendrán que hacer frente a una serie de sucesos, en los que demonios y brujas, príncipes y reyes se verán irremediablemente implicados.


Conforme avanzamos en la lectura de esta obra, nos damos cuenta de que resulta prácticamente imposible no comparar el libro con la película. Fijándonos en las diferencias y similitudes entre ambos, primeramente, vemos que en la novela los protagonistas no son los únicos que narran su historia, sino que también se profundiza en las crónicas del resto de personajes. A diferencia de lo que muchos puedan pensar, esto no la hace una historia más pesada o tediosa, e incluso difícil de leer, sino que abre un mayor número de posibilidades ante los siguientes acontecimientos. Si la comparamos con la película, la novela resulta, por tanto, completamente impredecible. Llegas a un punto de la lectura en que te resulta imposible seguir el hilo mental que has creado en base a la película. Cada personaje influye de forma decisiva en el desarrollo de la historia, sin quitarle el puesto en importancia a los protagonistas.

De este modo, a pesar de que algunos pensareis que es más de lo mismo, no os equivoquéis, la película está adaptada al estilo de Hayao Miyazaki, que no tiene necesariamente porqué corresponderse con el de la autora de la novela original, y tanto uno como otro son merecedores de su atención. Son historias distintas que se complementan y están llenas de aventuras, fantasía, magia y por supuesto, una historia de amor. Es una novela envolvente que te atrapa entre sus páginas y te absorbe en la lectura de modo que es imposible parar de leer.



Como ya hemos mencionado, esta trilogía cuenta con otras dos novelas El Castillo en el Aire y La Casa de los Mil Pasillos. Son relatos que continúan la historia principal, aunque teniendo como protagonistas a otros personajes, completamente nuevos y en países totalmente distintos, que sin embargo, se verán envueltos en los enredos y aventuras de Sophie y el mago Howl.

Aquí os dejo los link para que podáis adquirir el libro:
Versión en Inglés:
http://www.bookdepository.com/book/9780007299263/NovelaElemental
¡Disfrutad la lectura!

domingo, 7 de agosto de 2016

Capítulo 1

Las costas del Lago Sagrado eran un sitio apacible donde descansar. El mar había extendido uno de sus poderosos brazos para acariciar aquel pedazo de tierra, rodeándolo de vegetación y un suave sabor a salitre en el aire. A pesar de estar en pleno mes de agosto, las temperaturas apenas llegaban a los quince grados, el viento soplaba fuerte y las olas arremetían contra los arrecifes, haciéndose paso a través de la dura roca. 

Mary vivía en una aldea humilde de las muchas que rodeaban la costa. A diferencia de las ciudades colindantes, raramente contaban con un par de escuelas, farmacias y una pequeña oficina de policía, con un par de agentes cuya mayor preocupación era quedarse sin su desayuno de las mañanas, por lo que rara vez se les veía en la oficina propiamente dicha. Sin embargo, para Mary la aldea tenía un encanto especial. Los duros años de orfanato en los que había ido de mano en mano por casi una docena de familias le parecieron un mal sueño cuando por fin llegó a aquel lugar. La abuela Lucy, una mujer entrada en años pero que aún mantenía toda su vitalidad, había aceptado quedarse con la niña sin ningún reparo, y no solo se había decidido a darle una casa donde vivir y comer algo más que mendrugos de pan y leche a punto de caducar, sino que también le ofreció mucho más de lo que Mary habría soñado nunca. La mayoría vivían en el centro del pueblo, abarrotado de bares en los que no faltaban jarras de cerveza rebosantes de espuma, acompañadas por la música de los violines y las gaitas, y el ondeante movimiento de las faldas escocesas, cuyos portadores movían con orgullo. Aquellos hombres seguían estrictamente la tradición de aquella indumentaria o kilts y Mary lo sabía de buena mano. La abuela por el contrario, vivía lejos de aquel bullicio en una casita a las afueras, a tan solo cinco minutos del poblado donde se podía respirar paz y tranquilidad.

Las pocas escuelas con las que contaba la aldea no tenían muchos alumnos, pues la mayoría preferían ayudar a sus padres en los puertos o trabajar en cualquier cosa en que pudieran ganarse un par de monedas. A Mary nunca le había gustado el colegio y la experiencia de su niñez pasada no le hizo cambiar de idea. La abuela Lucy por el contrario, insistió en que asistiera a clases en el momento en que puso un pie en su casa, pero como era de esperar no tuvo demasiado éxito. No es que fuera una analfabeta, sabía leer y escribir, y no se le daban mal las matemáticas, pero le desagradaba profundamente la idea de tener que compartir un espacio tan reducido con un grupo de niños irritantes y con olor a pescado, y no tenía una mejor opinión de las niñas. Prefería estar sola o en compañía de su abuela, como a ella le gustaba llamarla y a la cual le había cogido un apego y devoción inesperados. Mary era testaruda, pero la abuela no se dio por vencida. La casa en la que vivía, comparada con el resto de viviendas del poblado, era lo más cercano que había visto nunca a un palacio. Estaba ocupada casi en su totalidad por una enorme cocina de la que constantemente salían olores que te hacían salivar y una biblioteca que llegaba hasta el techo y terminaba en el sótano, donde no podías dar un paso sin tropezarte con una columna de papel. Allí, la abuela guardaba una enorme colección de libros sobre historia, arqueología, mitología, ciencias y lenguas antiguas que para su regocijo, la niña aceptó en estudiar con tal de no asistir a clase.

A Mary no le entusiasmaba la idea, pero tenía que reconocer que era mucho mejor que cualquier otra cosa que pudieran ofrecerle en la escuela. Se pasaba las horas leyendo desde por la mañana hasta bien entrada la tarde y aunque le fastidiaba tener que emplear su tiempo estudiando aquellos volúmenes, terminó cogiéndole el gusto.

Sin embargo, eran otra clase de libros los que atraían a Mary. Aventuras, piratas, ogros y princesas en apuros. Para su suerte, la abuela al final terminó cediendo y le enseñó un pequeño escondrijo en la azotea de la casa, donde tenía guardado un baúl con sus novelas de fantasía favoritas, que más tarde también resultaron ser las favoritas de ella.

Después de las largas horas de estudio, que resultaron ser muchas más de las que esperaba tendría en una escuela normal, Mary salía a dar un paseo todas las tardes por la costa. Caminaba por la playa sin sus botas de cuero, sintiendo el frio de la arena bajo sus pies descalzos y aquella sensación reconfortante del agua rozándole los tobillos. Solía caminar largo rato hasta llegar a un antiguo faro abandonado y a medio derruir. Había oído historias sobre una maldición, que casi siempre contaban los adultos para asustar a los más pequeños y que no hicieran travesuras por la noche. La maldición decía que todo aquel que se atreviera a traspasar las ruinas del faro sufriría una muerte espantosa a manos de una de las criaturas más temibles y crueles de la faz de la tierra. Ningún ser vivo osaba entrar en las ruinas, ni siquiera el moho y el musgo que recubría la superficie de las rocas de la costa. No obstante, para cuando la historia llegó a los oídos de Mary ella sabía de antemano que nada de eso era cierto, pues ahí seguía ella para contarlo. Desde el primer día en que llegara al pueblo no había pasado una sola tarde que no fuera a visitar aquel faro abandonado, donde reinaba la absoluta tranquilidad. Solía llevarse un libro del baúl de la abuela para leer hasta la hora de la cena o hasta que le empezaban a rugir las tripas. En más de una ocasión alguno de los niños la había descubierto en una de sus incursiones hacía el faro y la habían tachado de maldita e incluso de bruja, pero a ella no le importaba lo más mínimo y al día siguiente volvía al mismo lugar para disfrutar de la soledad.


Una tarde de verano, Mary se encaminó en uno de sus paseos habituales por la costa. En una mano llevaba un libro y en la otra sus botas de cuero. No hacía demasiado frío y el aire rozaba suavemente sus mejillas sonrosadas. El cielo por el contrario, no parecía corresponder a la tranquilidad del mar y aquel día nubes negras cubrían toda su extensión. No pasaron más de cinco minutos cuando una ligera llovizna comenzó a empapar sus ropas. Metió el libro dentro de su chaqueta para evitar que se mojara y no tuvo tiempo de ponerse las botas cuando una tromba de agua la azotó de pies a cabeza calándola hasta los huesos.

Corrió lo más que pudo a refugiarse en el faro abandonado. Por suerte, no toda la estructura estaba en ruinas y había zonas en las que aún se conservaba un techo donde poder resguardarse. Entró en lo que parecía una sala de mandos tan desvencijada que apenas quedaban los restos de casquillos de antiguas bombillas, con un tamaño más grande que el de su cabeza. Junto a esta, una pequeña habitación con un par de mantas que la abuela le había permitido llevarse de casa y una lámpara de aceite se habían convertido en su lugar de lectura. Prendió una cerilla y encendió la lámpara, que iluminó suavemente las paredes y el comienzo de una vasta escalera de madera que daba a un piso superior. Nunca había sentido curiosidad por aquella zona de las ruinas, aunque tampoco creía que aquellas escaleras pudieran resistir mayor peso que el de un ratón. Se quitó la chaqueta y el vestido quedándose tan solo con un pequeño camisón y los puso a secar junto al poco calor que se desprendía de la lámpara. Se acurrucó en las mantas y abrió el libro por la primera página, que para su suerte estaba casi intacto tras la fuerte lluvia. Tan solo había leído un par de líneas cuando un quejido sordo se escuchó en la habitación. Se le heló la sangre, pues a pesar del incesante goteo de la lluvia y los ruidos típicos de un lugar habitado apenas por un par de ratas huesudas, aquel sonido no le era para nada familiar. Era apenas un susurro pero lo había oído con toda claridad. Pensó que se trataba de algún roedor rondando el edificio así que no le dio más importancia y continuó con la lectura. De nuevo, el quejido se repitió, y esta vez no hubo lugar a dudas. Se trataba de algo mucho más grande que un simple roedor. Parecía el lamento de un animal agonizante. Los quejidos aumentaron de volumen y esta vez sabía con certeza de donde procedían. Tiró las mantas a un lado y se acercó vacilante a las escaleras. Una gota de sudor le recorrió la espina dorsal al escuchar un grito desgarrador. Tenía la boca seca y estaba a punto de desmayarse de terror, pero algo le decía que tenía que continuar. Puso el primer pie en las escaleras, que se estremecieron con un crujido que sacudió todos los nervios de su cuerpo. Parecían estables bajo sus pies, aunque a cada paso crujieran y se combaran en ángulos peligrosamente pronunciados.

Después de unos pocos minutos y un par de sustos provocados por más de un tablón suelto, tan solo quedaban unos cuantos peldaños por subir, que le ocultaban la vista de lo que había al otro lado. Estaban tenuemente iluminados por la luz de una vieja bombilla colgada de un cable de cobre oxidado, que se balanceaba por la corriente de aire. Subió un peldaño más cuando sus pies se empaparon de una sustancia gelatinosa. Era oscura y tenía una textura espesa, casi coagulada. Finalmente se decidió a subir los últimos escalones y la escena que se encontró la dejó sin aliento. El cuerpo de lo que parecía un hombre rezumaba sangre y todo tipo de insectos que a punto estuvieron de hacerla vomitar. Larvas y gusanos se daban un festín sobre el cadáver, cuyo olor putrefacto le extrañaba no haber notado mucho antes. Pero lo que la dejó petrificada era que el cuerpo aún se movía. ¿Cómo era posible que aquella masa sanguinolenta siguiera viva? Lo que parecía parte de un cráneo humano se giró con pesados movimientos en su dirección, provocándole arcadas. En un intento de huir dio un traspié y se chocó contra lo que en ese momento creyó ser una pared. Pero para su horror unos brazos la agarraron antes de caer al suelo y le susurraron: Tú serás la siguiente. Un alarido salió rasgándole la garganta, permitiendo liberarse de los brazos de su captor y correr como alma que lleva el diablo. No cesó en su carrera hasta llegar a casa de la abuela, empapada y sollozando casi sin poder respirar.

viernes, 5 de agosto de 2016

La Caída de los Reinos de Morgan Rhodes

Tres reinos, un asesinato y una hechicera capaz de salvar al mundo de la destrucción. La Caída de los Reinos de Morgan Rhodes es el primer libro de una trilogía del mismo nombre en el que se narran tres historias coetáneas e interconectadas. Esta novela se engloba dentro del género fantástico-juvenil y posee una extensión de unas 429 páginas


Bravos caballeros, hermosas princesas, reyes codiciosos y una profecía a punto de cumplirse inundan cada una de las páginas de este libro, sin dejarnos atrás las historias de amor y los sangrientos encuentros en la guerra. Es una historia basada en la época medieval donde sólo existían los ricos y los pobres, además de aquellos que dejaban pasar sus años de vida esperando al retorno de la magia. Lo protagonistas de esta historia no buscan al amor de su vida (lo que no significa que no lo encuentren), sino que luchan por sobrevivir y todos y cada uno de ellos tienen un objetivo en común: venganza. La ira y el deseo de sangre es un sentimiento latente en estos personajes que no me dejaron de sorprender en ningún momento de la historia.

Para describiros mi experiencia con este libro me parece interesante mencionar el tiempo que he necesitado para devorarlo por completo, y aunque no me considero la lectora más rápida del mundo, he de decir que apenas tardé un día (excluyendo la noche) en leerlo. El estilo de escritura es bastante sencillo, sin florituras ni adornos, aunque, a su vez, no deja de ser sofisticado. Sin embargo, no es un libro que te mantenga constantemente en tensión, puesto que las escenas de acción están bastante repartidas a lo largo del argumento y solo se dan en puntos clave del mismo. De hecho, aunque parezca lo contrario, no es un libro puramente de acción y fantasía, plagado de magia y luchas encarnizadas, sino que te hace reflexionar sobre los personajes y su evolución a medida que avanzas en la historia. Pero no hay de qué preocuparse porque si hay algo de lo que esta trilogía no está escasa es en aventura.

A pesar de no ser una novela ligera (sino que además es una trilogía) la recomiendo encarecidamente pues la facilidad con la que se lee supera a muchas otras con una extensión de páginas menor y la constante interacción entre los personajes la hace una historia muy fácil de seguir. Os aconsejo leer este libro con una buena taza de té, café o lo que más os guste, aunque para cuando lo hayáis terminado aún os quedará media taza por terminar.

Aquí os dejo los link para que podáis adquirir el libro:
Versión en Inglés:
http://www.bookdepository.com/book/9780141346151/NovelaElemental
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Presentación del Blog

Novela Elemental es un blog creado por y para los amantes de la lectura, en el que el tema principal que trataremos serán las obras de nuestros autores favoritos.



Este blog está compuesto por dos secciones principales: una sección de reseñas sobre libros de distintos géneros, épocas e idiomas, en la que se describirá detalladamente las características del libro en cuestión, así como una opinión personal y recomendaciones para los futuros lectores. En una segunda sección, abarcaremos una serie de capítulos de contenido original sobre una historia creada por la autora de este blog: Marisol González Bermúdez. 
Cada semana o quincena, el blog se actualizará con nuevas reseñas, además de un capítulo nuevo con ánimo de compartir historias y con la única intención de fomentar la lectura.
Espero que disfrutéis leyéndolas tanto como yo escribiéndolas.